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Tomo la decisión de escribir este pequeño relato con la finalidad de dar respuesta a una cuestión tan común y preocupante para los padres: “Helga, quiero que me digas si mi hijo es feliz”. 

Está claro que el interés de todo progenitor es criar hijos felices y sanos pero esa felicidad no sólo depende de nosotros sino también de ellos.

¿Cómo podemos acercarnos a la felicidad?

1.- Siempre he dicho en consulta que todos nacemos y morimos con nuestros padres. Quiero decir con ello, que la actitud de los progenitores ante la vida determina en parte el conseguir esa felicidad tan anhelada de sus hijos. Ejemplo: nuestro estilo educativo, la forma de abordar los problemas, cómo interpretamos el día a día. Somos ejes  referenciales para alcanzar esa felicidad tan codiciada en nuestros bastardos.

2.- Sin embargo, otro aspecto a tener en cuenta y muy mencionado también por los progenitores es lo diferente que son sus hijos teniendo ambos la misma procedencia. Yo ante esto les explico que existe una teoría popular sin ninguna base científica que dice dime tu orden de nacimiento y te diré tus rasgos de personalidad. Esto me hace explicar que no sólo depende de los progenitores sino también de la personalidad del menor. Cada uno viene con un patrón genético de personalidad y una forma “moldeable” de ir percibiendo e interpretando SU realidad. Ejemplo: siempre ha sido risueño, es muy movido…

3.- Por otra parte, está la sociedad en la que nacemos, inmerso en unas modas, estilos, principios que a veces nos impulsan a llevar un rumbo difícil de cuestionar y cambiar. En este caso, vivimos una época en la que le damos demasiada importancia a la felicidad. Le hemos atribuido demasiado valor a este estado. Ofrecemos una FELICIDAD MAL ENTENDIDA pues damos a nuestros descendientes todo lo que esté o no en nuestras manos, de manera rápida y sin grandes esfuerzos por su parte. Si no podemos ofrecérselo nos sentimos mal con nosotros mismos y transmitimos a nuestros descendientes inconscientemente estas sensaciones. 

La FELICIDAD es una actitud basada en la CAPACIDAD NATURAL de aceptar un NO, en la facilidad en asumir mis limitaciones ya que no todos somos iguales, en la paciencia y en el esfuerzo con el trabajo diario, en la calma ante situaciones adversas, en definitiva, es la ACTITUD ANTE LA VIDA (esa botella medio llena o medio vacía) la que determina nuestra forma de percibir la vida, positiva o negativa.

Concluyo:

Para transmitir felicidad a nuestros hijos primero debemos de estar bien con nosotros mismos y después ser mero transmisores de vida. El optimismo y el sentido del humor son credenciales también de la felicidad.

Helga González Medina
Nº de colegiación A-00705