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El fútbol es el juego por excelencia en los patios de las escuelas, ¿es un deporte de estrés?

En el fútbol el menor ante el error aumenta su estado de alerta y de preocupación y, según su personalidad, podemos encontrarnos distintos tipos de respuestas desde el impulsivo que se vuelve incluso más violento en sus jugadas, o el sensible más vulnerable a las críticas despiadadas tomando como respuesta el llanto o la tristeza; el inseguro se bloquea y evita jugar o participar en competición por miedo a errar o el preocupado que se obsesiona no llegando a disfrutar del juego.

Desde la infancia, de padres a hijos se transmiten mensajes de calado cultural y social que los menores no cuestionanTras un gol, sienten el orgullo de sus padres, el elogio de sus amigos y la alegría de su entrenador.  Es, en estos casos, cuando el menor saca la mejor versión de sí mismo: LA ADMIRACIÓN DE LOS DEMÁS

Mi mérito depende de lo bueno que soy jugando al fútbol no de disfrutar del juego en equipo. Por eso, el fútbol se ha convertido en una lucha individual por el balón, en competir y no cometer errores, que es lo que hace mitigar mi ansiedad y aumentar mi autoestima.

Sin embargo, ante cualquier error la respuesta es la crítica, el enfado, la rabia e incluso la violencia. Es en estos casos cuando aflora en el MENOR la vulnerabilidad, la vergüenza, la humillación, la rabia, la tristeza, el bloqueo llegando a dañar SU AUTOESTIMA: no valgo, soy tonto, todo lo hago mal.

Algunos comienzan a no querer jugar por el miedo a la crítica despiadada. UN ALTO COSTE EMOCIONAL en edades muy tempranas que como sociedad no debemos de permitir.

Hago un llamamiento a la sociedad en su pluralidad: centro escolar, monitores de deporte, progenitores los encargados de transmitir más valores y menos competitividad, más equipo y menos individualidad, más pasión y menos presión.

Cada vez hay más menores que se quejan en las consultas del estrés que sienten en el fútbol. No todos valemos para todo tipo de deporte; debemos aceptar la realidad y canalizar de forma sana nuestras frustraciones, pero el campo de fútbol debe ser un campo de juego y no de batalla de emociones.

Helga González Medina

Psicóloga de Centro Pediátrico San Francisco